viernes, 25 de mayo de 2012

JUEVES, 24 DE NOVIEMBRE DE 2011


Bibliofilia

Fuente: Biblioteca pública Vicente P. Cacuri
Mi bibliofilia comenzó en la preparatoria, cuando descubrí la biblioteca que le había heredado Porfirio Martínez Peñaloza al Tec de Monterrey de Querétaro. En ese entonces yo no sabía absolutamente nada de Martínez Peñaloza. Lo conocía de leídas: su nombre está, a mano, en la primera página de cientos de libros. 

La bibliofilia es una condición extraña: significa sentir placer por un objeto mientras el objeto, obviamente, no siente nada. Es raro sentir fascinación y hasta cariño por un objeto, por un libro. Pero es una emoción sincera: los libros me producen un discreto y tímido placer. 

En fin, entre los miles de libros de ingeniería y administración que hay en la biblioteca descubrí una primera edición de Libertad bajo palabra corregida por el propio Octavio Paz; descubrí distintas ediciones dirigidas por Juan José Arreola, como una edición bellísima delPersonae de Pound; descubrí libros dedicados por Villaurrutia y otros tantos firmados por un simpático «Tito», que después descubrí era el mismo Tito Monterroso autor del libro. Recuerdo también un pequeño libro con un dibujo a lápiz de José Clemente Orozco. Libros invaluables, o mejor dicho: multivaluables.

Por supuesto, me los robé. Cuando el librero de la casa de mis padres se tornó sospechoso, y sobre todo cuando temí un incendio en mi propia casa, los devolví.

Ese fue el origen de mi bibliofilia, aunque en realidad debería de decir bibliomanía, pues, al parecer, el cariño por lo libros es una especie de enfermedad crónica.

De repente comprar libros se convirtió en un hábito. Agarré la costumbre de entrar a todas las librerías y no poder salir sin por lo menos un ejemplar. Me entró la manía de comprarlos y, sobre todo, la vanidad de colocarlos en mi librero. Y luego, más temprano que tarde, me quise deshacer de algunos libros. ¿Pero cómo, de cuáles? Lo más curioso es que tenía por ahí un libro con una guía para hacerlo: el cuento de Monterroso titulado Cómo me deshice de quinientos libros. Hay libros que te dicen cómo deshacerte de ellos mismos. Es irónico. La bibliofilia es enfermedad y antídoto al mismo tiempo, por eso las bibliotecas son siempre circulares.

Hace poco, en una de esas librerías que llaman «de viejo», compré un libro que desde el título consideré práctico y muy útil: Nociones de teneduría de libros. Como no sé mucho de números y al parecer menos de palabras, supuse que teneduría venía del verbo tener. Supuse un libro genial; mi nueva adquisición me iba a decir, de una vez por todas, qué libros tener y qué libros no tener. Como mi librero comenzaba a gozar de un superávit imparable, consideré a este libro como la solución perfecta. Ya en mi casa, leyendo por fin el libro frente al librero, me di cuenta que teneduría se refiere –quién sabe por qué– al arte de llevar los libros de contabilidad. Conservo ese ejemplar como muestra de mi estupidez. Sospecho que mi biblioteca es el repetido testimonio,
repetido testimonio de la ignorancia y la ingenuidad humana. Esa es la sustancia de mi bibliofilia.

EL AMOR, CLAVE PARA FOMENTAR LAS COMPETENCIAS EN LA LECTURA

Moritz Vilghard, coordinador regional de evaluación de análisis y tendencias de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), nos comparte en este vídeo sus recomendaciones para desarrollar el hábito de la lectura en los alumnos.
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